lunes, agosto 04, 2008
LA ESTATUA DEL PESCADOR ARTESANAL DE CAVANCHA
…En mi niñez, la de mi época, porque cada cual, tuvo su época en la Península…recuerdo a muchos pescadores que con su trabajo dieron vida a la caleta y que hacían de ella un lugar romántico y de una enseñanza refleja, una verdadera Escuela de la Vida sobre todo para los niños del momento…casi todos hijos de pescadores…yo no lo era, yo soy de una familia de chamayos y chamayas como también lo eran otras familias. Allí aprendimos muchas cosas que nos enriquecieron y marcaron nuestras vidas, sobre todo el uso de la lengua del pescador y de su quehacer que nos permitió acceder a una cultura única, singular. Es parte de nuestro patrimonio personal y barrial.
A los pescadores de cachuchos y faluchos, se les denominó pescadores artesanales, que acierto más grande, porque la actividad en sí es un “arte”. El encabalgar corchos y plomos, el entorchar cabos, el enmantar las redes o trasmallos para la captura del pescado chico, la habilidad para desamallar y ensartar en la felástica los peces…pero por sobre todas las cosas el remendar las redes, rehacer la mallas rotas por algún bajo o algún lobo que comían gratuitamente lo que las redes le ofrecían. Eso realmente era una obra de arte. Para cumplir esta labor había que tener un ojo de lince y poder aplicar los cortes precisos, cual cirujano plástico y enmendar el daño.
Eran pocos los dueños de un falucho, todos los demás salía a fuerza de remos, vela o algún compañero que lo remolcase hacia la zona de pesca. Hermoso era verlos remar a la “zinga” cuando solo tenían un remo. Vida muy sacrificada y mojada, en esos tiempo no habían trajes de agua, a veces las cacharpas no eran suficientes para espantar el frío, pero era su medio de vida y el sustento de su familia. La mar en ese entonces era muy generosa y era muy raro que una embarcación llagase vacía, volada. Si no amallaban, chispeaban, enguaraban para atraer a los peces o por último boleaban cerca de algún bajo, pero algo había que traer por lo menos para la casa aunque no alcanzase para cubrir los víveres.
El muelle en sí era hermoso, con sus tendales y viejos cuartos para guardar los aparejos de pesca. Allí llegaban los vehículos los “pulpos”, comerciantes que tenían compromisos con algunos botes y les remataban el pescado a precios leoninos, pero en los momentos de escasez de peces, paraban la olla de los pescadores a cuenta de…
No quiero hacer un memorial, porque la memoria es frágil, haré una apología de los sobrenombres o chapas que le daban la identidad de pescadores de la caleta, porque muchos no vivían en la península, pero la caleta era su lugar de trabajo.
Como no recordar el mal genio de Cocoliche y de Samuelito, a mi vecino el Coloraíno, padre de mis grandes amigos, Guataco, que me metió en el tocar el bombo por los morenos. El Viejo Rúben, excelente deportista y un Moreno a carta cabal, al Chico Mario y su hermano Raúl Caporal de los Morenos, los Viejos Tinto, don Zafa, el Negro Key, el Sura, el Pelao Angelín, fallecido en el mar, la Picardía de Pimienta o el Gringo Roberto que era una sola persona y padre del más grande futbolista que haya tenido la península, hermano de Garabato y el Tío Pedro, los Manzo, Pegepela, Antonio, Nariz de Loro, el Guata, los hermanos Brantes y sus sobrinos, Aurelio, Juan Luis, el Queco, Cayapo o Papito Rico los Elizondo, Segundo Ñuñuca, Marino, Chaplín, Chanchegua, Cara e gato, Pepino mi hermano, el Rubio Piquero. El Loco Peñaflor, El Chato Ponce y su hermano el Quilla, Cotocoto y su hijo Ángel, Calula, el Ñeta Don Polo, que veía los partidos de pie listo para silbar a su hijo, Chocolate, Pichín italiano de nacimiento y cavanchino por adopción, Cara e Vieja, Hecho Tira, Cantinflas. El Piedra, y tanto otros que se escapan, de ellos recuerdo como símbolo de esa época a mi amigo Gilberto, un aymara de Macaya, que aprendió el arte de pescar en el mar y se aquerenció en la caleta. Alcaldes de Mar hubo y ha habido muchos, pero tengo como recuerdo de mi niñez a don Pedro Adolfo López, Cococho., hombre rudo y de gruesas cejas. Toda gente buena, de buenas costumbres, y muy sabia.
Jamás pensé que se les haría una estatua, y muy merecida la tienen, ellos los obreros del mar, los que hicieron y hacen de la pesca un arte. Felicito a Pablo Cañarte por su tesón, cavanchino, hijo de Nila y Federico, un Coño refugiado como muchos que llegaron a la península.
Gracia a la generosidad de la Familia Ostoic Perich, en las figuras de Ivor y Hrvoj, cuyo padre, don Pete, fue administrador de la Pesquera Pacífico, que se ubicaba en el sector que hoy ocupa el embarcadero y el Club Náutico. Una mención aparte de una personaje de esa pesquera, Eduardo Silva Díaz, el Campeón de Chile, pescador aficionado, pero por sobre todo pejerreyero, dueño de su material, el cual calaba todos los días, no siempre con mucha suerte, mas de una prima levanté con él. De su persona aprendí a apreciar el arte de remendar redes o reses como diría Cocoliche.
Esta estatua que perpetúa la memoria d estos héroes anónimos del mar, que hicieron de Cavancha un barrio con mucha identidad en el Iquique de ayer, un barrio con tradiciones como es la festividad de San Pedro, patrono de los pescadores de la caleta y el mundo, que perdura hasta hoy, hacen que me sienta muy orgulloso de ser cavanchino e iquiqueño por accidente, y un agradecido por tomarme en cuenta para pode compartir estas palabras con Uds.

Gracias.



JUAN LOPEZ MORAGA (CATO)
PROFESOR CAVANCHINO
palabras pronunciadas en al inaguración de ls Estatua del Pescador el 29.06.2008
 
Cavanchino el 8:30 p. m. | Link permanente | 1 Lee/escribe comentarios